La Patagonia parece un continente aparte. Apenas pisamos estas lejanas tierras del sur de América sentimos a cada paso su salvaje naturaleza, sus paisajes desolados, su población auténtica que parece no pertenecer a ningún país, a ningún territorio. Los locales se describen entre ellos como patagónicos y tienen cierta complicidad que los une. Comparten una manera singular de sobrellevar este especial clima y sus inhóspitos territorios al fin del mundo entre estepas, valles, nevados y glaciares.
Llegamos a la Patagonia a través de Punta Arenas, una pequeña ciudad que mira las gélidas aguas de los mares del sur y la Antártida y donde se tejen toda clase de historias de viajeros, navegantes y expedicionarios que llegaron hasta el Fuerte Bulnes, Puerto del Hambre y las inhóspitas tierras para seguir descubriendo América. También esta es una región que aún guarda el legado de sus poblaciones aborígenes como los tehuelches y los onas, que se conocen a través de fotografías y de los relatos de los primeros misioneros que se conservan en el Museo Salesiano. Pero hoy no existen descendientes de estos primeros pobladores. En el cementerio de Punta Arenas encontramos apellidos de Europa del Este, de migraciones de colonos croatas que se mezclaron con los locales y que luego de varias generaciones continúan en estas lejanas tierras del sur.
En Punta Arenas hay varias estancias que vale la pena visitar para darse una idea de la supervivencia en esta región que vive en gran parte de la ganadería. Estancias como Otway y Río Verde están abiertas al público y ofrecen cocina local con exquisitas carnes de cordero y ñandú. En la estancia Otway, que está a 57 kilómetros de la ciudad, se cría gran cantidad de aves en cautiverio. También se pueden observar diversos animales a los que se puede alimentar como guanacos, llamas, alpacas, pingüinos y patos. Río Verde es otro establecimiento ganadero que data de fines del siglo XIX. Es uno de los más antiguos de la Patagonia. Se ubica en la comuna del mismo nombre, frente a isla Riesco. Tiene una posada con nueve habitaciones, todas ornamentadas para recrear el estilo de las casas patronales de la Patagonia. También se puede degustar gastronomía local y ver actividades típicas de una estancia, como la esquila de ovejas o el marcaje de animales.
La ciudad de Punta Arenas conserva todavía su gran legado arquitectónico de la época de esplendor, cuando antes de que se abriera el Canal de Panamá llegaba a esta ciudad del sur lo mejor de la cultura europea.
VALLES Y ESTEPAS
La siguiente parada es Puerto Natales, la ciudad más cercana al Parque Nacional Torres del Paine. La mayoría de hoteles se ubica en esta ciudad y en los alrededores. Hay algunos que se han convertido en legendarios hospedajes como El Remota que ha ganado varios premios de arquitectura por su moderno diseño y The Singular, famoso por su original adaptación al convertir un antiguo granero en hotel cinco estrellas.
En el mismo parque, hay hoteles como el Lago Grey y Las Torres. El primero ubicado frente al glaciar que lleva su nombre con vistas espectaculares al lago, y el otro, Las Torres, que ofrece una estadía rural y cercana a las costumbres de los ganaderos y con vistas a las grandes montañas nevadas. El hotel Explora es una alternativa de lujo y spa. Uno de los más premiados en su categoría. También existe la alternativa de dormir en zona de campamento como el que está a orillas del lago Pehoé, que tiene la mejor infraestructura para acampar.
El parque nacional ofrece diferentes circuitos de caminatas según el tiempo y el estado físico. Las travesías están coronadas con el paisaje de los cuernos del Paine que, dependiendo del clima, puede tener la suerte de verlos iluminados por los rayos del sol. En el mismo parque es posible encontrarse con fauna diversa como ovejas, guanacos y cóndores y navegar para apreciar ballenas, lobos marinos y pingüinos en el Estrecho de Magallanes.
No puede dejar de realizar el trekking a la base de las Torres del Paine que son siete horas de caminata entre ida y vuelta, para llegar a una laguna de color turquesa coronada por glaciares y tres grandes torreones. El tiempo recomendado para visitar el parque es de por lo menos tres días.
Escrito por MARÍA HELENA TORD
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