Chiloé y su renovada oferta turística

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En la pequeña isla Mechuque, una de las muchas del archipiélago de Chiloé, sus habitantes reciben llenos de calma los cambios de marea que una y otra vez renuevan sus aguas, transparentes y frías. La señora Dina, dueña de una pequeña pero cuidada hostería, salió temprano a mariscar. “Acá en Mechuque vas a encontrar tranquilidad, buena comida, hermosos lugares para recorrer y buena onda”, discursea, mientras lleva a la mesa unos gigantescos choros para el almuerzo de sus invitados.

Después de la llamada “fiebre del loco” y la crisis de las salmoneras, son muchos los que en Chiloé han visto en el turismo una alternativa de emprendimiento, y asimismo, capitales foráneos se han decidido a invertir. Es lo que explica Vicente, joven chilote de 20 años que salió de la isla exclusivamente para estudiar turismo, y hoy trabaja como guía.

Vicente recorre Mechuque -que pese a su tranquilidad significa en mapudungún “lugar azotado por las aguas”-, describiéndola como un verdadero cuentacuentos: las casas construidas de las clásicas tejuelas de madera y que más parecen reliquias (de hecho algunas se han transformado en museos) y los senderos que se abren cuando la marea baja y permiten llegar a lugares insospechados de la isla.

El regreso a la Isla Grande es en el bote de Lucas, cuya madre, Mirella, tiene un famoso hospedaje y proyecto de agroturismo en el pueblo de Tenaún. Allí los pasajeros conviven con la familia, cosechan verduras desde una pequeña huerta y hacen kayak con Lucas, que ahora desafía las olas que mueven el bote intensamente.

Un bote de Copec pasa cerca y un transbordador a la distancia crea una ola que levanta varios metros la pequeña embarcación de Lucas. El tráfico entre la Isla Grande y las pequeñas es tan intenso, que Vicente llama a este sistema de transporte el “Transantiago Chilote”.

Del archipiélago al Pacífico

Para conocer Chiloé lo ideal es hacerlo con gente de la zona. La mayoría de las iglesias pasan cerradas, y sólo los fiscales, figuras similares a los diáconos, tienen acceso a ellas. Vicente los conoce a todos, y mientras relata orgulloso sus aventuras como jugador de fútbol de equipos locales de nombres como Colo Colo de Linque e Inter de Rilán, hace un tour por la iglesia de Tenaún, que, restaurada y todo, aún mantiene sus santos hechos íntegramente de madera.

En la península de Rilán se erige uno de los últimos proyectos hoteleros de Chiloé: Parque Quilquico. Frente al humedal de Pullao y a orillas del canal del Dalcahue, sus 13 habitaciones y cuatro palafitos familiares imitan la arquitectura local, incluso rescatando antiguas maderas de alerce (cuya tala hoy está prohibida), para su construcción, pero con las mayores comodidades, como explica Arturo Pérez, gerente del hotel. Además, su vista del humedal es simplemente deslumbrante.

A este y al futuro casino y hotel de la cadena Enjoy se unen Refugia, que abrirá sus puertas en septiembre, y el recientemente inaugurado Palafito Hostel de Cucao, al otro lado de la isla, a orillas del lago Cucao y a un par de kilómetros de la entrada sur del Parque Nacional Chiloé. Ideal para la pesca y la navegación, el lago Cucao regala hermosos paisajes y tranquilidad.

Avanzando desde Cucao hacia la costa Pacífico y luego hacia el sur, se encuentra uno de los lugares más increíbles de Chiloé: Punta Pirulil, una excursión de aproximadamente siete horas a caballo desde Castro -aunque es posible llegar en 4×4 cuando el camino se encuentra en buen estado. El recorrido cruza buena parte de una comunidad indígena, y hay humedales donde se puede fotografiar animales. Al llegar a la costa es posible ver a mujeres con sus niños sacando frutillas silvestres de la arena. Más lejos aún se llega al famoso Puente de las Animas, donde dice la leyenda que las almas se posan para pedir el “balseo” que las llevará al más allá, previo pago de dos monedas al balsero. En ese mismo lugar, si hay suerte, es posible ver ballenas de diciembre a abril.

Pesca con mosca

“Aquí nada de pega, relajón total”, dice Marco Ancares en la entrada de Puerto Nativo Lodge, su hogar, en Queilén. Junto a su pareja, Carmen Escobar, lo construyeron de a poquito, durante siete años, cruzando todos los veranos el estero de Paildad con un bote lleno de herramientas y materiales para levantar una hermosa casa de madera enclavada en un fiordo que da al canal de Geyler.

Hoy a Puerto Nativo es posible llegar en auto, hay luz, agua potable e incluso internet, pero cuando a Marco, viñamarino, se le puso entre ceja y ceja vivir en Chiloé, las condiciones eran mucho más adversas. Pero el trabajo dio sus frutos: con nueve camas para recibir pasajeros, Puerto Nativo tiene un bote para hacer paseos, un hot tub, una hamaca, un estante lleno de libros y muebles cómodos. En su lodge boutique, Marco y Carmen fabrican miel, mermeladas, preparan salmón ahumado, licores, jabones, sales naturales y maderas aromatizantes, porque sus ganas de innovar no tienen límites.

Marco lleva personalmente a sus pasajeros (la mayoría europeos) a practicar pesca con mosca a los lagos Tarahuin, Natri, Tepohueico, y Huillinco, donde se encuentran ejemplares de trucha arcoíris, salmón coho, fario e iridie, y en los ríos Notue, Natri, Bonito, Butalcura y San Juan. “La mayoría de la gente no ve a Chiloé como un destino de pesca con mosca, pero la verdad es que hay una gran cantidad de lugares para pescar y hacerlo tranquilo, con éxito”, dice Marco, mientras muestra los reportajes que les han realizado en revistas especializadas de pesca.

Pero no es sólo la pesca. Es, simplemente, la buena onda y el relajo de Puerto Nativo lo que entusiasma a los pasajeros. Y es que ser chilote, concluyen Marcos y Carmen, no es fácil, es algo que hay que ganarse. Y asimismo todo visitante de la isla tiene que ganarse su espacio, como su derecho a recorrer sus asombrosos rincones naturales y culturales.

Posteado en: http://diario.latercera.com

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