Fin de semana invernal en Puerto Varas

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CON TANTA oferta de pasajes aéreos nacionales por temporada baja, escaparse un fin de semana de la rutina es cada vez más fácil. Y un sitio perfecto para ello es la sureña Puerto Varas, que ofrece una cantidad de alternativas gastronómicas y de entretención para satisfacer al más complicado de los visitantes.

Para llegar un día de frío, nada más mágico que el hotel Cumbres Patagónicas, en plena costanera, con una arquitectura y un interiorismo sobresalientes gracias al uso de materiales nobles: piedra, madera, pieles y tejidos de oveja hechos por comunidades mapuches. La cocina, a cargo de Claudio Ubeda, permite conocer los mejores productos de la zona: algunas de las 250 variedades de papas chilotas, ostras de Caulen, la maravillosa salicornia (una planta de la especie de las suculentas, que se da a orillas de playa), cordero, salame de conejo y lujos como Mawun, agua de lluvia patagónica envasada en botella de vidrio. Imperdible es el desayuno, con huevos azules de gallina araucana.

A 20 minutos de Puerto Varas, ideal para paseo mañanero que entretendrá a todo el mundo -incluso a los no aficionados a los museos- nos sorprende el Museo Antonio Felmer, que concentra la mayor colección de utensilios, ropas, instrumentos, maquinarias y objetos de la vida diaria de los colonos alemanes (en ese tiempo austríacos), que provenían de Braunau. Realmente entretenido, el museo es un viaje al ingenio humano y conserva hasta trajes de novia. Las mujeres de esa época se casaban de negro, porque el color era más resistente a los avatares de la vida diaria y el vestido podía usarse “sin que se notara”, para otra ocasión. Entre las fotos de casamientos hay una en la que la novia tiene 15 años, la madre 30, la abuela 45 y la bisabuela 60… ¡no se vivía más! No es la única curiosidad, también se exhibe una taza con un dispositivo que impedía que los caballeros quedaran con el gran bigote mojado…

De Toronto a Puerto Octay

Bordeando el lago Llanquihue, otrora navegable y único medio de conexión de los antiguos colonos, la costanera lleva a Puerto Octay, comuna que si bien no presenta el desarrollo turístico de sus hermanas Puerto Varas y Frutillar, es secreto bien guardado de quienes tienen su mejor refugio de vacaciones.

En el camino, El Espantapájaros, restaurante de una antigua familia alemana, donde se encuentran alimentos únicos como la miel de trébol y la escasa pimienta de canelo, el árbol sagrado del pueblo mapuche.

Unos metros más y el paraíso de los quesos. Nicolás habla como gringo avecindado y está a cargo de la tienda, o mejor dicho de la casita de cuentos donde se venden los Quesos M, también llamados quesos de autor. Aprendiz de maestro quesero, Nicolás, quien se vino de Toronto y se quedó en Puerto Octay, se entusiasma describiendo las variedades. En la pared cuelga una pizarra en la que Juan Forch, el maestro quesero y propietario, califica sus quesos de acuerdo a la geografía de Chile. Campero, Chapecao, Cachimbo, Trovero. Allí también están los tiempos de maduración y las variedades: con perejil, con lavanda, con ajos, etc. Una tentación absoluta.

Mil años de bosques

No importa que a uno no le guste la lluvia, desde que se ponen los pies en la Hacienda Romahue, se olvida para siempre que no es “todo terreno”. Botas de agua y capa proporcionadas en el lugar hacen que se disfrute la lluvia como un regalo.

A la cabeza, Silvio Rozzi, agrónomo de profesión, conservador de la fauna y la flora nativa por pasión. A 14 km del centro de Puerto Varas, es un sitio encantado y protegido, con bosque nativo milenario que a veces se sumerge en el río Maullín, con microclimas, con plantas tan insólitas como el helecho “película”, absolutamente transparente, y árboles de las alturas más inesperadas. Si el lugar sorprende, el relato de Rozzi en cada parada lo es mucho más, abundan las historias de duendes, pumas y aves migratorias, se sabe de memoria el nombre de todas las plantas, sus historias unidas al hombre y antes del hombre, sus usos medicinales y el porqué este lugar convoca a expertos internacionales para estudiarlo. Visite los centros de rehabilitación y reproducción de animales silvestres. Pumas, pudúes y guiñas son ayudados en su desarrollo y subsistencia. Además del tour, uno puede almorzar en el quincho, realizar cabalgatas, trekkinng, navegar el bosque sumergido, alojarse y practicar la pesca con la modalidad de pescar y devolver.

De la magia del bosque a la magia del Teatro del Lago de Frutillar no hay tanto trecho. Emplazado sobre el lago, su sala detenta la mejor acústica de Sudamérica, y es digno de verse por su arquitectura, su diseño, porque es el lugar que hace la mayor difusión de la cultura en su comunidad y porque muchos espectáculos llegan directamente a Frutillar sin pasar por Santiago. Funciona durante todo el año y pone especial acento en los niños, que pueden entrar a los espectáculos desde los dos años. También cuenta con el agradable café Capuccini y un bistrot con vista al imponente Llanquihue de muy buena gastronomía.

Y si de calidad de artesanía hablamos, especialmente de tejidos, el mejor lugar es Origen chileno o Folil Lafken, al rescate de lo mejor de la artesanía mapuche y su simbología especialmente en tejidos. Esta tienda ubicada al interior del hotel Cumbres Patagónicas vende las piezas más finas hechas por artesanas de Lago Budi, Puerto Saavedra y otros enclaves de la costa, y pertenece a un proyecto de desarrollo local. Hay precios muy convenientes en chalecos, pieceras y mantas realmente finas, como para terminar un fin de semana cinco estrellas en una de las ciudades más lindas de Chile.

 

por María Yolanda González / Fotos: Sernatur

Posteado en: http://diario.latercera.com

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