Apenas abandonamos la barra del río Palena, las toninas nos interceptan y se quedan ahí, planeando en la estela que deja la lancha en la que nos dirigimos hasta la bahía de Tictoc. Al oeste se abre el Golfo de Corcovado. En el grupo también hay dos pequeños delfines chilenos. Es lamentable: en otros lugares de la misma Región de Los Lagos la contaminación ha golpeado tan fuerte a estas especies que casi no se ven. Pero como en tantas otras cosas, esta zona que recorremos es una excepción.
Es un día reluciente de aguas calmas y claras en el usualmente “tormentoso” mar de Chiloé. El ecólogo Carlos Cuevas nos acompaña. Como director de la Fundación Melimoyu, Carlos lleva diez años trabajando en conjunto con la comunidad de Puerto Raúl Marín Balmaceda, insistiendo en el gran valor biológico de la bahía de Tictoc y en la urgente necesidad de protegerla. Su paciente y constante mensaje se convirtió en un mantra que por fin dio sus frutos. Hace pocos días, el gobierno anunció la creación de dos áreas de conservación en la zona: un parque o reserva marina justo frente a Tictoc y un área costera marina protegida más al sur, ya cruzando el límite de la Región de Aysén. Y la razón principal para crear estas zonas de protección es responsabilidad de una sola especie: la ballena azul.
Conocida como una “especie paraguas”, la protección de estas ballenas garantiza la supervivencia de todos los animales que están bajo su sombra. Es, en muchos aspectos, un símbolo. Sin ir más lejos, el área de Tictoc es el comedero para una importante población de estos cetáceos. La combinación de aguas dulce y salada, además del flujo de corrientes, mareas y nutrientes, hace que frente a esta bahía se concentren enormes cardúmenes de krill, el principal alimento para estos gigantes del mar.
En días claros y llanos como hoy, los soplidos de las ballenas se pueden ver a kilómetros. Se trata de un chorro de agua de diez metros de altura que marca el horizonte con una efímera línea blanca. Con suerte, uno alcanza a ver chorros en varias direcciones. Alcanzarlas luego es un verdadero reto. Una vez que se sumergen, pueden pasar unos veinte minutos para que reaparezcan y eso, su nueva aparición, puede suceder en cualquier otro lugar. Incluso junto a la embarcación.
Según los estudios del Centro Ballena Azul, apoyado por WWF, este sector del mar interior de Chiloé es visitado año tras año por decenas de estos animales. Por lo mismo, varios grupos de biólogos han venido de todas partes del mundo a estudiar a estos ejemplares del golfo de Corcovado. Los expertos les han tomado muestras genéticas para saber con quienes están emparentadas; les han colocado rastreadores satelitales para saber a dónde van; y de un tiempo a esta parte se destaca la labor de científicas que intentan desentrañar su mundo a través del estudio de sus cantos, como lo hacen la alemana Heike Vester y la británica Susannah Buchan.
A pesar de su monstruoso tamaño (record de 30 metros de largo y 150 toneladas de peso), no se dejan ver con facilidad y usualmente muestran una ínfima porción de su cuerpo cuando salen a respirar. Son apenas segundos para la observación. Por el contrario, sus largas y complejas conversaciones bajo el agua son la llave para empezar a desentrañar sus secretos. Emplean un lenguaje que la ciencia recién comienza a entender y que sin duda habla de seres sensibles, sociables e inteligentes.
Como sea, para estas poblaciones el Chile de hoy -con áreas protegidas como la que se acaba de anunciar para Tictoc- es un oasis que se entiende como seguridad, comida y quizá hasta la posibilidad de encontrar una pareja. Pero no siempre fue así. El animal más grande del planeta estuvo muy cerca de desaparecer debido a la caza indiscriminada, una actividad que también se desarrolló muy activamente en nuestro país. Aún hay rastros de centenarias balleneras en esta Región, e incluso se sabe que los cazadores tenían bases de operaciones en la lejana isla Guafo, hacia el oeste de donde andamos. Y aunque la realidad es muy distinta actualmente, no está exenta de problemas: ya no hay cazadores, pero la contaminación, la basura y el tráfico de embarcaciones son las nuevas preocupaciones. De hecho, ya se ven efectos en cetáceos más pequeños. Algunos delfines del golfo de Corcovado muestran marcas de hongos en su piel, en parte producto de los desechos que están presentes en el agua de la zona. También se encuentran redes y cuerdas a la deriva que estrangulan a los lobos marinos, y han aumentado las zonas de agua sin oxígeno debido a la acumulación de desechos y el trabajo de bacterias.
El nuevo parque en Tictoc debiera servir como un freno para estos problemas.
A medio camino de nuestro destino, una enorme rajadura en el acantilado costero se ha convertido en un escondite perfecto para cientos de lobos marinos. El aire está lleno con su olor característico. Más aún cuando en estampida salen a mirarnos. Las crías ya crecidas son las primeras en lanzarse al mar. Nosotros las seguimos.
En el agua, los lobos son un espectáculo que pocas veces nos hemos perdido. Toscos en tierra, apenas tocan el mar se transforman: son ágiles y rápidos. Algunos muy grandes pueden llegar a pesar más de 200 kilos, y en este lugar en particular son muchos. Los más curiosos hasta tocan con su nariz las cámaras que llevamos para registrar el viaje; otros se mantienen a distancia, muy desconfiados. A las burbujas que liberamos nos responden con las bocas abiertas y los pelos erizados, además de pasadas rápidas y sus propias burbujas. No es un juego. Los animales que tienen más testosterona demuestran sus aptitudes y estado de ánimo. Algunos son demasiado efusivos. Al rato dejamos de ser interesantes y paulatinamente la multitud se pierde en la oscuridad de lo profundo.
La bahía de Tictoc y sus alrededores son de los pocos lugares libres de actividad salmonera industrial y por esa razón sus fondos marinos se han mantenido limpios. Algo muy inusual en la Región de Los Lagos. Gracias a la Armada, los criaderos de peces no pudieron instalarse en esta zona, con lo cual se mantuvo al mundo submarino de la zona libre de grandes impactos. Toda una rareza: una joya, una gran oportunidad para la investigación.
La Armada determinó que la mayor parte de la bahía tendría un propósito estratégico para la defensa. Con el tiempo, y posiblemente sin imaginarlo, este espacio resultó de algún modo destinado a la defensa de la naturaleza.
Con una superficie total de unas 40 mil hectáreas, ambas zonas de conservación colindantes conformarán el área marina protegida más grande de Chile continental. Todo un logro pues es aquí, en el continente, donde es más urgente la carrera por la conservación. Es en la costa continental de Chile donde las actividades humanas están afectando los ecosistemas marinos de manera más radical y peligrosa. Así sucede en todo el mundo. La presión por el espacio y el uso del borde costero se cruza con el destino de espacios naturales que aún ni siquiera conocemos y, lo que es peor, ya estamos perdiendo.
Otra vez rompemos la superficie del mar y nos hundimos en aguas tan claras que serían la envidia de la costa norte y central del país. Eso sí, bastante más frías: hay unos 11 grados Celsius. Lo que queremos hacer es reconocer el archipiélago que cierra la bahía frente al nuevo Parque Marino Tictoc. Serían finalmente siete días de inmersiones, en el marco de nuestro Proyecto Frontera Azul.
En este recorrido encontramos aguas azules y verdes donde los invertebrados son los reyes y de vez en cuando se escuchan los chirridos de las toninas. Con el tiempo y el número de buceos nos daríamos cuenta de que cada rincón de las islas es muy diferente al otro. Los pequeños cambios entre agua dulce y salada producen comunidades animales bastante distintas. Estos cambios también se hacen más claros con la profundidad. Esta frágil y cambiante mezcla de aguas produce un sin fin de formas de vida. Las extensas colonias de esponjas pintan las rocas con manchones de naranjos, amarillos, rojos, violetas, e incluso se ven esponjas blancas y negras. Otras variedades en forma de tubos y racimos salpican la pared. Entre las grietas, los pepinos de mar capturan comida con sus tentáculos plumosos. Camarones Arlequín, cangrejos y estrellas se cruzan en las fisuras de las rocas. En lugares más sombríos pueden crecer corales que en otras partes se encuentran a mayores profundidades. Por cierto, estos corales guardan secretos acerca del cambio climático dentro de sus anillos de crecimientos de calcio. Son verdaderas máquinas del tiempo, testigos de la evolución del clima igual como los anillos de los alerces en los bosques de la superficie.
Parte importante de esta área está abierta para la exploración submarina, sin embargo otros sitios son reconocidos lugares de recolecta. La abundancia de mariscos es conocida por los pescadores artesanales, que vienen de la isla grande de Chiloé para sacar principalmente erizos. Y se los llevan por miles.
-La creación del parque es un paso importantísimo. Necesario, pero no suficiente -dice Carlos Cuevas-. Ahora se inicia un largo trabajo de implementación de un plan de manejo, de programas de investigación científica, de turismo y educación ambiental con participación de la comunidad. No es simple; hay que reunir fondos y levantar infraestructura, pero seguro servirá de modelo para el desarrollo de otras áreas marinas. Paciencia tenemos.
Anochece y aún nos falta una hora para llegar a la costa donde pasaremos la primera noche. No hay luces y los acantilados se ven cada vez más negros. Pero el mar sigue calmo y las toninas han vuelto a escoltarnos. Ahora, en la oscuridad, sus siluetas se iluminan con el brillo fluorescente de las noctilucas.
Es parte de la magia de este lugar.
Puerto Raúl Marín Balmaceda es la localidad más cercana a Tictoc. Para llegar:
Por Tierra: Carretera Austral hasta el desvío en La Junta hacia Puerto Raúl Marin Balmaceda.
Por Aire: Hay pista de aterrizaje en el pueblo, y vuelos privados desde Puerto Montt.
Por Mar: Transbordadores desde Quellón (viajes una vez a la semana).
Fundo Los Leones, cels. (09) 7898 2956 y 6597 3986; www.fundolosleones.cl
Hospedaje El Viajero: cel. (09) 6608 4858; mauricioklein57@hotmail.com
En Reserva Añihe (www.anihuereserve.com) y Centro MERI (www.centromeri.org) hay hospedaje, y también prestan apoyo a científicos.
Escrito por Fernando Luchsinger
Posteado por http://impresa.elmercurio.com