Después de dos horas de vuelo desde Santiago hasta Puerto Montt y un traslado en ferry a través del Canal de Chacao aparece Isla Grande, la principal isla del archipiélago de Chiloé, compuesto por más de una treintena de islotes.
Desembarcamos en el primer pueblo de la isla, Chacao. Se trata de una pequeña aldea agrícola fundada por colonos extranjeros. Este pueblo es ideal como punto de partida para conocer la suave geografía de Isla y sentir de primera mano el bien conocido encanto de los chilotes, gentilicio con el que se conoce a los habitantes del archipiélago mezcla de colonizadores españoles y del pueblo huilliche, no en vano Chiloé es conocido por ser el último reducto del imperio español en América.
Sus coloridas casas, construidas encima de pilotes sobre el agua, llamadas “palafitos”, son un clásico de la isla que conquistan las cámaras de los visitantes que viajan hasta este rincón del Pacífico.
Como también lo son sus iglesias, de madera yconstruidas entre los siglos XVIII y XIX, dieciséis de ellas declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco. Ancud, Castro y Quellón son sus principales ciudades y el punto de partida para descubrir los abundantes productos marinos que guarda este enclave, su mitología y fiestas costumbristas locales.
Desde Ancud podemos hacer una visita a los islotes que conforman Puñihuil, único lugar en la costa de Chile, donde desde mediados de septiembre hasta fines de marzo anidan simultáneamente pingüinos magallánicos y pingüinos de Humboldt.
Otro destino imprescindible es Castro, cuya majestuosa Iglesia forma parte de un circuito de 16 templos que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.
El mirador Martín Ruiz de Gamboa es idóneo para descubrir más claramente las casas construidas sobre palafitos. Cerca de Castro, se encuentran las localidades de Nercón y Vilupulli con sus respectivas iglesias, construidas enteramente con maderas locales.
Como si no bastara con su cultura, en Chiloé el mar y los bosques convergen en un entorno solitario y salvaje. Darás cuenta de este paisaje nada más adentrarte en el Parque Nacional Chiloé, en la parte occidental de la isla, y en el Parque Tantauco, situado en el sur. Allí podrás observar zorros chilotes, cientos de aves y ballenas jorobadas, que van rumbo a la Patagonia. Este parque también sorprende por su red de senderos de trekking entre alerces, arrayanes y cipreses.
Otra experiencia inolvidable es navegar en kayak por los canales secundarios o tomar un transbordador hasta otras islas del archipiélago como Quinchao, Lemuy, San Pedro o el grupo Chauques. Hay tours navegables (de septiembre a abril) para ver cómo se refugian y anidan los pingüinos de Humboldt y Magallanes en los islotes cercanos.
Y para redondear un viaje perfecto a Chiloé, no debes olvidar probar el curanto. Es la tradición culinaria más importante de Chiloé y no te puedes ir sin probarla.
El auténtico consiste en mariscos y carnes cocidos al vapor sobre piedras calientes, tapados con las grandes hojas de la nalca, todo bajo tierra. Se acompaña de chapaleles y milcao, especie de panes o tortillas hechas de papas.
Para llegar, hay vuelos diarios desde Santiago a Puerto Montt (1 hora 40 minutos). Traslados desde el aeropuerto El Tepual de esa ciudad a Ancud y Castro, ciudades separadas por 82 km.
En bus puede hacerse el recorido desde Santiago a Castro (17 horas). Si estás en Puerto Montt puedes tomar un bus que cruza el canal de Chacao en el ferry y llega a Castro (4 horas), donde se pueden hacer conexiones a otras localidades de la isla.
Para acceder en automóvil, puede efectuarse desde Santiago, por la ruta 5 sur hasta Puerto Montt (1.025 km), luego dirigirse hacia el suroeste hasta la localidad de Pargua (65 km), donde se toma el servicio de transbordadores que cruza el canal de Chacao en 35 minutos. Los zarpes comienzan cerca de las seis de la mañana y terminan a las cero horas. Desde Chacao a Ancud hay 33 km.
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