Salir de Santiago con lluvia y aterrizar en Chiloé con un sol de invierno no sólo es posible, sino real. Es un viernes de julio y el vuelo de dos horas que hace escala en Puerto Montt viene totalmente lleno.
Contrario a lo que pensaba, en el aeropuerto de El Tepual apenas bajaron nueve personas. El mismo número de pasajeros que subió tras la recarga de combustible, para llegar en 20 minutos al aeródromo de Mocopulli, a escasos kilómetros de Castro, donde brillaba un cielo azul entre gordas nubes blancas.
La nueva ruta de Lan -que partió en noviembre pasado- ha transportado hasta mayo (antes de vacaciones de invierno) 32.000 pasajeros, una cifra sorprendente para un destino que tiene mucho que ofrecer al turismo, pero que por conectividad, hasta ahora estaba un poco desatendido. Este corto vuelo viene a poner a la isla Grande en la bitácora de muchos viajeros que aprovechan fines de semana para arrancarse de la cotidianidad. Chiloé ahora compite directamente con Puerto Varas, Pucón, La Serena, San Pedro de Atacama o Iquique. Y es cosa de poner un pie en la isla para darse cuenta de que su gente, autoridades y empresarios han estado trabajando en el último tiempo para entregar una oferta renovada y sumamente atractiva, con nuevos hoteles, estupendos restaurantes, sabrosas y contundentes cocinerías, atractivas excursiones y mucho más.
La estilosa Rilán
La península de Rilán (a 30 km de Castro) se ha consolidado como un nuevo e importante polo de desarrollo sustentable debido a su refinada hotelería. Tres proyectos que apuntan a un turismo de intereses especiales y de mayor poder adquisitivo que, hasta hace no mucho, carecía de una oferta acorde. El primero de ellos es Hotel Parque Quilquico, a orillas del canal de Dalcahue y con unas vistas que son de ensueño hacia praderas y la isla de Quinchao. Se trata de una recreación de un pueblo chilote diseñado por el destacado arquitecto Edward Rojas, donde sobresalen los grandes ventanales, la luz natural y espacios de ocio como la piscina temperada y techada, el hot tub al aire libre y varios miradores. Tiene 13 habitaciones y cuatro palafitos familiares, con precios desde $ 140.000 para dos por noche. Tiene muy buen restaurante abierto al público, con sabores locales donde están presentes las papas nativas, el ruibarbo, la miel y, por supuesto, pescados y mariscos del archipiélago (www.hpq.cl).
Con un concepto diferente, que en la isla se señala parecido al estilo Explora, el Hotel Refugia tiene 12 habitaciones y sistema all inclusive (comidas, traslados y excursiones). Se inauguró en octubre pasado y aunque por estos días está cerrado, reabre la temporada a fines de agosto. En su corta vida, por su infraestructura y arquitectura rupturista ha sido elogiado por prestigiosas revistas norteamericanas y que le han perfilado un público claro: extranjeros en su mayoría. Cuentan con la Huilliche, una moderna y equipada lancha chilota para 30 personas que realiza excursiones de medio día y día completo hacia las islas de Mechuque y Quinchao. Valores desde US$ 530 p.p., todo incluido (www.refugia.cl).
Pero el más nuevo de todos es el Centro de Ocio (CDO), un proyecto que Yasna Aguilera y Cristián Medina abrieron en febrero de este año y que está aún en pleno desarrollo, ya que se encuentran levantando nuevas habitaciones. En 20 ha de suaves lomajes, bosques de arrayanes y coihues y panorámicas increíbles hacia Castro, recuperaron una vieja casona en la que instalaron cuatro habitaciones de una a tres personas, un estupendo quincho techado donde se arman asados al palo (animados musicalmente y atendidos por el personal, todos chilotes y vecinos), dos habitaciones en el centro o recepción y tres estupendas suites de 60 m2, un poco más alejadas. Además, se están construyendo otras que debieran estar listas esta primavera. Cristián reconoce que este es un “proyecto de vida, donde reciben a los visitantes como verdaderos amigos”. Hay planes matrimoniales de dos noches y tres días, que incluye cena romántica, almuerzo chilote en el fogón, traslados, desde $ 299.000 por pareja (www.centrodeocio.cl).
Aquí en Rilán también se encuentra Bahía Pullao, un circuito turístico guiado que se interna en parte del humedal en el que viven o pasan un tiempo cientos de aves migratorias. Un proyecto reciente, a cargo de Carlos Grimalt, que cuenta con distintas estaciones, un mirador desde el que es posible observar -con binoculares- aves locales y otras que han recorrido hasta 14.000 km para llegar hasta el humedal a alimentarse o buscar abrigo. En invierno, es posible ver hualas, taguas, cisnes de cuello negro, patos colorados, patos reales, zarapitos de pico curvo y de pico recto, patros quetros o a vapor (que se reconocen porque no vuelan), flamencos y chorlos chilenos, entre otros. El programa cuesta $ 12.000 por persona y se requiere reserva previa al celular 9895 7911 o al correo: bahiapullao@gmail.com
Parte de esa zona es posible recorrerla también en plácidas excursiones por los fiordos de Castro, en la cómoda embarcación Mar y Magia. Por $ 6.000, con pisco sour incluido, hay paseos de dos horas todos los domingos a las 11.00, ideales para inmortalizar los mejores paisajes costeros. Los niños menores de 10 años no pagan (www.marymagia.cl).
Dormir en un palafito
Hay muchas actividades para realizar en Chiloé. Una que está adquiriendo fuerza son los recorridos en bicicleta, donde la aventura es la propia excursión, más que el destino final. Un lugar ideal es la isla de Quinchao, frente a Dalcahue (donde en su mercado se come barato y como los dioses), que alberga los pueblos de Curaco de Vélez y Achao y donde es posible conocer sus bellas iglesias. Juan Pablo Mansilla, guía y dueño de Chiloetnico -empresa operadora local- es especialista en estas excursiones, entregan todo el equipamiento para hacer de ésta una experiencia inolvidable y segura y, además, tiene los contactos para abrir las iglesias, cuyas llaves siempre están en manos de cuidadores.
Pero quien no conoce la isla o no ha vuelto hace años, se topará con muchas y gratas sorpresas. Numerosos santiaguinos se han instalado -aunque también isleños visionarios- con hoteles pequeños, restaurantes, cafeterías y tiendas de diseño, dando un impulso fuerte al turismo. Así barrios como los de Gamboa, con sus coloridos palafitos, cuenta con Mar&Canela, donde la experimentación y los sabores locales se mezclan, en un ambiente totalmente acogedor; Palafito 1326, un hotel boutique de 12 habitaciones y varias terrazas; Palafito Hostel, un hostal que cuenta con todas sus piezas con baño privado, además del Café del Puente, la tienda de artesanías Palafito Kaweshkar, el apart Palafito Azul y MiPalafito apart.
Otro barrio que ha vivido una gran transformación es el de los palafitos de Pedro Montt (foto principal), antiguo punto donde transitaba el tren. Hoy, el arquitecto Eugenio Ortúzar ha desarrollado varios proyectos de remodelación y restauración de palafitos, convirtiéndolos en cómodos y atractivos pequeños hoteles, como el Palafito del Mar o su hermano, el apart hotel El Palacito. Incluso, se lanzó con su propio hotel, el Patio Palafito, que tiene una muy grata cafetería y el hostel Palafito Sur.
A pasos, la agrupación de artesanos Huiñe Maulín ofrece lo mejor de la artesanía isleña en lana, madera y otros productos naturales.
Ahora, si quiere probar sabores distintos en el restaurante de moda en este barrio, vaya derecho a El Mercadito, donde será recibido por Felipe del Río, el anfitrión, y Marianne Künsemüller, su pareja, lo sorprenderá con productos locales elaborados con tintes modernos, todo en un ambiente de gran calidez.
No hay duda alguna de que en la isla están pasando cosas. Y que cada día es más fácil dejar de perdérselas.
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