Por mucho tiempo, Coyhaique ha sido considerado sólo un sitio de paso para quienes viajan por la Carretera Austral. Pero las cosas están cambiando. Se han abierto hoteles boutique, su gastronomía luce más sofisticada y los múltiples atractivos naturales que hay en su entorno (desde pesca de nivel mundial hasta nuevos paraísos del trekking), parecen confirmar la tendencia: Coyhaique tiene todo para convertirse en la próxima capital turística de la Patagonia chilena. Aquí, siete razones para creerlo.
Escrito Por Sebastián Montalva Wainer (El Mercurio), desde Coyhaique, Región de Aysén.
1 Por la Reserva Cerro Castillo
«Es cierto. Cuando explote Cerro Castillo, esta ciudad podría transformarse en algo así como Puerto Natales», dice Catalina Prieto, dueña del restaurante Mamma Gaucha, el sitio con más ambiente de la ciudad, en pleno paseo Horn de Coyhaique (Paseo Horn 47; tel. 67/210 721). Un cálido bar y restaurante (lo de cálido es literal: hay un horno ardiendo) donde concurren turistas y locales, con buenas pizzas, comida italiana y cerveza artesanal y que, de algún modo, recuerda ese estilo patagónico y a la vez cosmopolita que se siente en sitios como Puerto Natales, punto de entrada a las Torres del Paine, el parque más famoso de Chile.
Catalina Prieto y su marido, Franco Valdés, precisamente trabajaron varios años allá y hace dos apostaron por radicarse en Coyhaique, convencidos de que esta ciudad tiene todo el potencial para convertirse, en un futuro no muy lejano, en algo así como el Puerto Natales de esta zona. Es decir, una base de operaciones hacia sitios de asombrosa belleza natural, como la Reserva Nacional Cerro Castillo, distante a sólo 64 kilómetros por camino pavimentado. Cerro Castillo hace rato viene haciendo ruido en las revistas especializadas y entre los expertos en trekking, que han situado a sus senderos en el mismo nivel -incluso algunos opinan que es superior- a los de Torres del Paine. De hecho, la montaña misma es un atractivo: impresionante «castillo» con puntiagudas torres de granito, donde se esconden bosques, lagunas y glaciares intactos, y donde todavía anda muy poca gente.
¿Pero qué le falta a esta reserva para explotar? Como muchas cosas en la Región de Aysén, y como coinciden varios empresarios turísticos locales, todavía falta mejor infraestructura y servicios para quedarse y hacer las excursiones de largo aliento. Y también, aunque esto ya sería el segundo paso, darse a conocer más, aunque con calma. Como para no arruinar tan pronto el secreto.
2 Por sus caminos
No hay duda: en Coyhaique y sus alrededores están varios de los caminos más bonitos de Chile. Un día con sol en esta Región es garantía de buenas fotos: no existen en Chile cielos y nubes más brillantes que los de esta ciudad, que coronan montañas de formas extrañas -como el monte McKay, «el Table Mountain» de Coyhaique, desde donde perfectamente podría haber salido el ovni de Encuentro Cercanos del Tercer Tipo-, praderas verdes donde pastan tranquilamente vacas y ovejas; ríos, lagos y lagunas de agua transparente, y un largo etcétera de postales.Pruebe, por ejemplo, la ruta que va entre Coyhaique y Puerto Aysén, donde se consiguen lindas vistas hacia el río Simpson -especialmente en esta época, cuando la ribera está llena de lupinos o chochos, flores de color morado típicas de la zona y que de pronto recuerdan a los campos de lavanda de la Provenza-. Tome el llamado Camino Turístico, un desvío de ripio anunciado en un letrero a la izquierda, pasada la segunda puerta de acceso a la Reserva Nacional Río Simpson, que se acerca el río entre casas campestres y que es, desde luego, muy bonito.La lista de rutas es larga: si quiere ver cóndores, maneje hacia el sector de Coyhaique Alto, casi en la frontera con Argentina, donde está la Estancia Punta del Monte (tel. 67/231 601; www.puntadelmonte.cl), que organiza circuitos de avistamiento de estas aves y otros tipos de turismo rural.
Si quiere adentrarse en la pampa y aislarse del mundo -literalmente- vaya hacia el pueblo de Ñirehuao, un ventoso y polvoriento caserío a 67 kilómetros de Coyhaique donde está el llamado Valle de la Luna, unas curiosas formaciones rocosas donde se encontraron osamentas de 9.000 años de antigüedad en el sector de Baño Nuevo, que estudia el arqueólogo Francisco Mena. Y si busca postales de la Carretera Austral, sepa que uno de los paseos clásicos imperdibles por el día desde Coyhaique, que organizan empresas como Pura Patagonia (tel. 67/246 000; www.purapatagonia.cl), es ir hacia el norte, hasta donde está el Parque Nacional Queulat, con su icónico ventisquero y su camino lleno de curvas, y seguir un poco más allá hasta las termas de Puyuhuapi; o puede partir hacia el sur, donde está Puerto Tranquilo y las famosas Cavernas de Mármol del lago General Carrera. Va y vuelve. Qué mejor.
3 Porque mejora la cocina
Aunque aún le falta para alcanzar el nivel de sofisticación y variedad que están alcanzando las escenas gastronómicas de Puerto Varas o Puerto Natales, las capitales gastronómicas del sur, en Coyhaique la oferta culinaria luce cada vez más elaborada. Imperdible si viene a la ciudad es ir al Dalí, un pequeño restaurante con sólo seis mesas, destacado por revistas de lujo como Conde Nast Traveler y con precios muy razonables para lo que es: una comida súper gourmet completa ronda los 20 mil pesos por persona (Lautaro 82; tel. 67/245 422). El dueño y cocinero del Dalí, Cristián Balboa, es un apasionado de los productos regionales y lleva años intentando consolidar una red de proveedores locales que le permita contar con ingredientes como morillas (un tipo de hongo muy cotizado en Europa), mantarrayas, puyes (similar a la angula europea), liebres silvestres y peces como las brótulas o chancharros, que de una u otra forma se presentan en su cocina.
Balboa es también un investigador: a la fecha tiene identificados 150 productos regionales comestibles (por ejemplo, sus platos pueden llevar flores de lupino, algo que espantaría a cualquier patagón acostumbrado sólo al cordero), los que pretende recopilar en un próximo libro sobre la Región. Y él mismo, junto con su mujer, atiende a los comensales que, en un noventa por ciento, es gente que viene de afuera. «No me gustaría que Coyhaique se llenase de restaurantes gourmet, porque no tiene sentido -dice Balboa-.
Tradiciones como los asados al palo no se pueden perder, pero mi interés es potenciar lo local. No puede ser que la mayoría de los restaurantes haga sushi o comida italiana. Eso lo encuentras en todos lados».Una línea similar sigue el recién abierto Ruibarbo, a cargo del joven chef Pedro Kuhn, con experiencia en restaurantes santiaguinos como Puerto Fuy o Boragó (Av. Baquedano 208; tel. 67/211 826). Su antiguo restaurante se llamaba Caiquén y estaba en el centro de Coyhaique, pero tras las manifestaciones de febrero de este año, que paralizaron la ciudad por casi dos meses, tuvo que cerrarlo y empezar de nuevo en otro lugar y con otro nombre. Hoy, se trata de un local con cuatro mesas, que también funciona como cafetería y que utiliza productos locales como truchas silvestres, verduras como el ruibarbo o las grosellas y queso de oveja, entre otros.
¿Dos últimos datos? El restaurante El Ovejero del hotel El Reloj, clásico de Coyhaique y recomendado por el propio Cristián Balboa (Av. Baquedano 828; tel. 67/231 108), y La Casona (Obispo Vielmo 77; tel 67/238 894). En este último, eso sí, no espere onda, pero sí platos sabrosos y contundentes, con buena atención y a la antigua: los garzones usan uniforme. Los puyes al pilpil son excelentes, y las carnes, pescados y mariscos no fallan.
4 Por sus reservas menos conocidas
Pregúntele a cualquier coyhaiquino por la Reserva Nacional Coyhaique y, es probable, que pocos la conozcan realmente. Saben que está cerca -en rigor, a 5 kilómetros de la ciudad, por el camino a Puerto Aysén-, pero no es un panorama frecuente por aquí. Y cuando es eso justo lo que uno busca, se agradece el dato: por los senderos de esta reserva (hay caminatas de 30 minutos y hasta de siete horas) no anda prácticamente nadie, salvo uno que otro extranjero, los que siempre parecen valorar más este tipo de lugares.Con 2.150 hectáreas de superficie, esta Reserva muestra de cierto modo cómo era Coyhaique antes del gran incendio que comenzó en 1946 y terminó en 1955.
Un nefasto suceso derivado de la colonización de esta zona que arrasó con tres millones de hectáreas de bosques y es la razón de por qué en todos lados se ven troncos quemados. Lo mejor es que si uno tiene poco tiempo como para recorrerla a pie, existe un circuito para hacer en auto que pasa por varios hitos como la laguna Verde, la más bonita de todas, donde hay cinco quinchos cubiertos de madera, con fogón y mesa para hacer picnic. Hay también un sendero de 20 minutos que le da la vuelta completa, e incluso se puede pescar: las truchas saltan a la vista.El otro sitio que suele pasarse por alto es la Reserva Nacional Río Simpson, en el camino entre Coyhaique y Puerto Aysén. Tiene áreas de camping y picnic frente al río, un pequeño centro informativo, cascadas como La Virgen y el Velo de la Novia (en rigor, éstas se ven a orillas del camino: ni siquiera es necesario entrar a la reserva), y una ruta conocida como Sendero del Pescador, que puede recorrerse en una hora.
5 Porque hay nuevos hoteles
Si bien la hotelería sigue siendo uno de los mayores déficits en la ciudad misma, hay algunas novedades que auguran un cambio. El vecino más nuevo y sofisticado -abrió en febrero del año pasado, pero este verano será su primera temporada en pleno funcionamiento- es el hotel Nómades (Av. Baquedano 84; tel. 67/237 777; www.nomadeshotel.com). Ubicado a minutos del centro y con gran vista hacia el río Coyhaique y sus bosques, se trata de una casa de tres pisos convertida en hotel y con un cuidado diseño inspirado en la cultura tehuelche, con fotos históricas, tejidos y artesanías que evocan a estos pueblos nómades que se movieron entre las montañas, cuando todo esto no se llamaba «Chile» ni «Argentina», y ni siquiera era «Patagonia».
De hecho, una de las teorías sobre el origen del nombre Patagonia tiene que ver con los tehuelches. Hernando de Magallanes, en su viaje de descubrimiento en 1520 los habría llamado «patagones» por el gran tamaño de sus pies, una medida estimada a partir de las huellas que observaron los forasteros, y que en realidad eran la marca que dejaban los pies de los nativos cubiertos con pieles de guanaco para protegerse de las inclemencias del clima.
El Nómades tiene seis habitaciones y es atendido por una cálida pareja de argentinos que, tras varios años de experiencia hotelera en Villa La Angostura, decidieron venirse a Coyhaique para hacerse cargo del que se define como el primer hotel boutique de lujo de la Región de Aysén. Al Nómades se suma la apertura del hotel y casino Dreams en julio de este año (Magallanes 131; tel. 67/264 700; www.mundodreams.com).
6 Por el estilo patagón
Quizás hasta que Coyhaique no mejore sus accesos, o no se llene de extranjeros o afuerinos con visión -y plata- para abrir hoteles, restaurantes y otras empresas turísticas (tal como pasó en San Pedro de Atacama o en el mismo Puerto Natales), esta ciudad y sus alrededores seguirán manteniendo una de sus características más palpables: sus habitantes se sienten profundamente patagones. Es decir: aquí mucha gente todavía adora tomar mate, andar a caballo con boina y polainas, decir «che» al final de las frases, bailar chamamé para las fiestas, y beber vino en bota cuando se asa un cordero al palo.
No son sólo escenas para recibir a los turistas. Además, la señal de celular se corta apenas uno sale de la ciudad, y para ir al mall habría que tomar un avión o partir a otra región porque aquí (todavía) no existen.Por eso, sitios que se alejan de esa línea llaman tanto la atención. El Café de Mayo acaba de abrir en el centro (21 de Mayo 543) y ya podría decirse que es un éxito: pasa lleno.
Y no sólo con turistas, también con locales. Manejado por la artista paisajista María Jesús Braütigam y la arquitecto española María Dolores Altamirano, tiene buen café italiano, pastelería variada, sándwiches, quiches y ensaladas, todo elaborado con productos locales. Pero además es un pequeño espacio dedicado al arte, donde se exhiben cuadros de artistas locales y afuerinos, hay una mini librería con textos relacionados con la Región y se venden productos artesanales como tejidos y mermeladas. Es algo distinto. Y por eso le está yendo bien.
7 Por la pesca
Si palabras como wader, float tube, casting, chinook o fario no le dicen nada, es probable que lo suyo no sea la pesca con mosca. No se preocupe, pero sépalo ya: si hay un Paraíso mundial del flyfishing, ése es la Región de Aysén. Hay tantos ríos, esteros, arroyos, lagos y lagunas que, por sí solos, constituyen uno de los mayores imanes que atraen extranjeros a esta zona (algunos ni siquiera se detienen en Santiago). Pero los pescadores vienen a eso, a pescar. De sol a sol.
Algunos no quieren saber de nada más: ni de restaurantes, ni de otras aventuras. De nada que desvíe su atención de las truchas y salmones por las que atraviesan varios continentes. Y por lo mismo, aquí la oferta es amplia, con una serie de exclusivos lodges -como Cinco Ríos (www.cincorios.cl) o Coyhaique River Lodge (www.coyhaiqueriverlodge.com)- que operan programas de una semana de pesca, con sistema todo incluido, que rondan los tres mil dólares por persona.
No es, por cierto, la única opción: también hay guías particulares y algunos lodges más sencillos, pero en general se trata de un mundo aparte que funciona con sus propias reglas.Ahora bien, si no pesca, le gusta manejar y tiene tiempo, considere darse una vuelta por los lagos y ríos de Coyhaique, donde seguramente verá a más de algún pescador con su caña mosquera. Una ruta posible por el día, aunque agotadora, es así: salir de Coyhaique, llegar al lago Atravesado, proseguir por el camino Seis Lagunas hacia el lago Elizalde. Luego volver hacia Villa Frei y continuar hacia los lagos Paloma y Monreal (ojo en esta parte: no hay letreros).
De allí, cruzar hacia el pueblo de El Blanco para tomar el camino hacia los lagos Polux, Frío y Castor, para regresar a Coyhaique por el camino que viene de la frontera. Es difícil que no vuelva con ninguna foto buena después de un recorrido como éste. Y si así pasara, le aseguramos que varios paisajes se le quedarán pegados en la cabeza.